lunes, 29 de febrero de 2016

4ª BAGATELA OPUS 126 DE BEETHOVEN: ANÁLISIS

Según el diccionario de la Real Academia Española, bagatela es cosa de poca sustancia o valor. A mi juicio, las Op. 126 no encajan en esa definición (y creo que para Beethoven tampoco encajaban). Por ese motivo insisto en analizarlas, convencido de que poseen mucho de lo que esos académicos aseguran que tienen poco las cosas así denominadas.
 
 



 
Incluyo tres ejecuciones de la pieza, tocadas por pianistas conocidos -famosos- (las presento en orden alfabético de los apellidos) para realizar una pequeñísima reflexión sobre cómo se ha modificado la forma de escuchar música[1]. Beethoven pide la repetición de tres momentos, pero dos de los pianistas no respetan esa indicación. Y eso es hoy en día bastante habitual. ¿Será por razones extramusicales? Tal vez en algunos casos, pero no creo que en todos. Dejando a un lado la cuestión de las proporciones formales, parecería que los oyentes necesitaban de la reiteración más que ahora para asimilar adecuadamente el contenido de las obras.
 
 
La forma general es bipartita. Prácticamente, y pese a algunas diferencias mínimas, la segunda parte es igual a la primera.

La siguiente división también es bipartita, pero sus dos secciones contrastan en variedad tonal, melodía, ritmo, textura, áreas armónicas y otros aspectos de la armonía, uso del contrapunto -que únicamente se encuentra en a)-, modo, dinámica, carácter… Casi sólo la tonalidad concuerda.

En la primera sección, Beethoven establece relaciones tonales por 3as. Es precisamente en el siglo XIX que los compositores comienzan a experimentar con la conexión de tonalidades a esa distancia. Anteriormente, la única 3ª utilizada –y mucho- era la que separa las tónicas relativas.

Hasta el siglo XVIII incluido,  las relaciones más frecuentes con las que se inicia un plan tonal son a la dominante (5ª justa superior), a la subdominante (5ª justa inferior) y a la relativa (3ª menor). La 5ª, el intervalo que presenta mayor estabilidad, que tiene la máxima atracción armónica entre sus notas, es dueño y señor de las modulaciones. Y esta posición privilegiada se apoya en la física. Por algo se trata del primer armónico entre sonidos diferentes que aparece en la serie.

El uso de las tonalidades relativas tiene otro significado. Ambas utilizan originalmente las mismas notas. Las alteraciones de los grados séptimo y sexto en la escala menor son una incorporación histórica y no han perdido su carácter accidental. Las dos tienen un parentezco muy muy cercano. En consecuencia, si se trata de relativas, es sumamente frecuente el empleo de tonalidades cuyas tónicas están a distancia de 3ª.

Volvamos a la bagatela.

Con distintos grados de énfasis, la sección a) pasa, en este orden, por las tonalidades de si, Sol, mi, Do, Sol, (Do), mi y si. Inicia y finaliza en la tonalidad principal.  La sección b) está íntegramente en Si mayor, construida sobre un pedal-ostinato de tónica. Yo no recuerdo ninguna pieza anterior a Beethoven, en la llamada música “clásica”, que tenga un pedal de la mitad de su duración total.  En toda la sección hay sólo una nota ajena a esa tonalidad, justamente el primer grado, que aparece alterado (ya me referiré a eso).  

El plan tonal llama la atención. No encontramos en ningún momento la tonalidad de la dominante de si ni de Si. Todas las otras tónicas que aparecen en la sección a) (Sol, mi, Do) están en el área de subdominante. Para escuchar la de dominante hay que llegar a la sección b), toda ella en esta área, prácticamente inmóvil en los 5 # de Si mayor.

Decía antes que en b) hay sólo una nota que no pertenece a Si mayor, el si#. Los compases 70 y 71 hacen pensar que tal vez vaya a ir a do# menor (otra subdominante), pero el c. 72 niega esa posibilidad al formar, con el c. 71, un acorde de 9ª menor de dominante de si. Y entonces regresa a Si mayor.

 

En los cc. 89 y 91, con función ya cadencial, la “amenaza” de ir a la subdominante se hace realidad, en forma muy breve y sólo con el acorde del 4º grado de Si.

La sección a) se inicia a tres voces. Allí está presente todo el material que se usará en ella y que será tratado con mucha libertad. Son tres motivos, uno en cada voz, que a lo largo de la sección aparecen variados y traspuestos, dos de ellos inicialmente de dos compases y el tercero de sólo uno, mezclado enseguida con uno de los otros, el que podríamos llamar principal, el más melódico de los tres.

Motivo principal:
 
La estructura de esta melodía es muy simple: una 4ª ascendente y después la insistencia en la segunda nota del intervalo, bordeada por los sonidos inmediatamente superior e inferior. En la mayoría de los casos, las dos notas que forman ese intervalo son, respectivamente, la dominante y la tónica de la tonalidad en que en ese momento se encuentra.

Los otros dos motivos son todavía más simples. El que en los dos primeros compases de la bagatela aparece en la voz intermedia es un único sonido que se repite. Acompaña varias veces al motivo principal, aunque en los cc. 7 y 8 se “independiza” y se transforma en, para mí, un inesperado (breve y cadencial) pedal de tónica Sol.  El otro, el más corto, el de sólo un compás, se trata de un arpegio quebrado, que será tratado con mucha libertad (por ejemplo, en los cc. 12 a 20). Además, en el c. 2 –y varias veces durante el transcurso de la bagatela-, cuando deja de ser lo que era, es decir, un arpegio quebrado, “ayuda” al motivo principal.

Melódicamente, la sección b) es también muy contrastante en relación a la sección a). Ya desde su ritmo (casi siempre el mismo; me referiré a él más adelante), pero también en el tipo de melodía: una frase de ocho compases, mayoritariamente constituida por grados conjuntos, a la que sigue la misma frase sólo con cambio de tesitura; a continuación la única interrupción, de cuatro compases, para repetir después los dieciséis cc. anteriores y finalizar con un segmento de carácter cadencial en el que se mantiene el ritmo uniforme y, aunque distintos a los anteriores, se repiten ciertos giros melódicos. 

En la sección a) –sólo en ella-  está muy presente la escritura contrapuntística. Es frecuente, en el Beethoven maduro, la aparición de elementos del lenguaje de tiempos anteriores, pero refuncionalizados. En esta bagatela se encuentran varios procedimientos característicos de la música barroca, que contribuyen –aquí- a crear el carácter tenso de esta sección, en contraste con el de b).

La segunda frase (desde anacrusa al c. 9), en sus primeros compases y con pequeñísimas variaciones, transpone la primera de forma reversible. Más adelante (anacrusa al c. 27 y ss.) es un canon. La utilización de viejos recursos no es en Beethoven un simple regreso al pasado, sino que le da un nuevo sentido a antiguos procedimientos, algunas veces caídos en desuso, otras, estereotipados.

El ritmo de a) es variado. Recurre, además, a la síncopa (cc. 12 a 19) y a los silencios prolongados (cc. 21-22 y 25-26), elementos que crean un “ambiente” particularmente tenso. Las síncopas, ubicadas en corcheas de compás partido y con un tempo Presto, están inmediatamente antes de los largos y dramáticos silencios. Como se dijo, ambos crean tensión, la máxima tensión que puede encontrarse en la pieza. Las pausas, además, generan expectativa. ¿Y cómo sale de allí? Por medio de dos veces dos fa# (¡las dos primeras notas de la bagatela!) que, si nos referimos al pasado inmediato, es la sensible de Sol, pero si lo hacemos con relación al futuro, (o a un pasado más lejano) se trata de la dominante de si, la tonalidad principal, a la que ahora regresa. Además, resulta muy impactante el tritono do-fa# del compás 24. Pero hay más. Tanto en los cc. 24 a 27, en la sección a), como en los cc. 69 a 71, en la sección b), las notas protagonistas son las mismas: do#, do=si# y fa#, sobre todo las dos últimas, que forman un tritono bastante “estruendoso”. El ritmo de b), en cambio, es casi siempre igual.

El efecto de la síncopa está reforzado por los sf anteriores, que al estar dispuestos en el comienzo de los pulsos, realzan la métrica y aumentan el contraste con el segmento sincopado.

La primera sección tiene, asimismo, importantes diferencias de textura. Por ejemplo, en la primera y la última frase, hay partes en las que se limita al unísono (8ª). En la sección b) esas diferencias no existen. Hay, en ella, una casi obsesiva intención de invariabilidad.

Tampoco la dinámica es similar. En la sección a), aunque encontramos también el signo p, predomina el f. En la segunda sección esta última indicación no aparece.

Se dijo, al comienzo del análisis, que A’ es casi idéntica a A. En efecto, la única diferencia de a) se encuentra en el final. La sección a)’ parece terminar igual que a), pero no. Comienza a repetir los últimos ocho compases, se interrumpe y después de un largo silencio y sin ningún tipo de conexión se introduce en b), sin variaciones con respecto a la primera.

En la sección a) se produce todo el movimiento.  En cambio, la sección b) es como una nube estática, que va absorbiendo la energía generada por la sección anterior, energía que paulatinamente se va diluyendo. El final no parece la forma de terminar de Beethoven. ¿Pero será realmente la terminación de la pieza o debemos considerar las seis bagatelas como una unidad? El final de la sexta, que se analizó el mes pasado, sí se reconoce como beethoveniano.


1  Los primeros conciertos (más o menos) públicos, allá por el siglo XVIII, tenían una duración mucho mayor que lo que hoy se acostumbra; los programas eran también extremadamente variados (podían coexistir, en una misma presentación, obras orquestales con piezas vocales o para un solo instrumento); era posible escuchar un movimiento, después otra pieza y, más adelante el resto de la anterior. En un principio, la música de cámara no tenía público. Básicamente, la ejecutaban los compositores entre sus colegas, con la participación de algunos instrumentistas amigos.
  

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