lunes, 22 de junio de 2015

HAYDN: ANÁLISIS DEL PRIMER MOVIMIENTO DE LA SONATA “HOBOKEN” No. 8

En este análisis voy a insistir con las sonatas tempranas de Haydn. Me interesa hacerlo porque en la estructura de este movimiento, aunque es bastante similar a la del mes pasado, aparecen algunos elementos que la hacen avanzar hacia la forma madura. Además, considero que vale la pena analizar ciertos aspectos rítmicos que me parecen muy interesantes. Y, por último, quiero aprovechar para compartir algunos aspectos de la personalidad y la vida de Haydn que, tal vez, son poco conocidos, así como algunos comentarios sobre la composición y los compositores en esa época.

Empiezo por el final o, al menos, por una parte de éste. Decía Haydn al regresar de su primer viaje a Londres en 1791, viaje que lo hizo muy rico y en el que la prensa inglesa lo comparó nada menos que con Shakespeare: “Mi llegada causó sensación en toda la ciudad. Todos querían conocerme. Si hubiera querido, podría haber cenado todos los días fuera, pero primero estaba mi trabajo y segundo, mi salud.”

Durante ese lapso escribió “religiosamente” un diario personal en el que se pueden leer, además de sus actividades cotidianas, algunas críticas (“Fui al concierto de fulano. Tocó como un cerdo.”) y ciertos datos más bien curiosos, que pueden darnos información sobre su personalidad. Por ejemplo: “La ciudad de Londres consume ocho veces cien mil carretadas de carbón. Cada carretada son trece sacos, cada saco contiene dos ‘medidas secas’. La mayoría del carbón proviene de Newcastle. Casi doscientos barcos de carga llegan simultáneamente. Una carretada cuesta 2 y ½ libras.” En lo que me es personal no encuentro relación entre, por un lado su música y, por otro, esta minuciosa descripción o las razones que invoca para explicar su negativa a aceptar invitaciones a comer, lo que me deja reflexionando acerca de lo compleja y a veces contradictoria que puede ser el alma humana.

Enlace al video

 
 
 
 
 
 
 
 
En cuanto al número de compases, la primera parte es bastante más  regular que el movimiento analizado el  mes anterior. Tiene dos temas. En el primero domina el 4.  En el segundo, en cambio, la división ronda el 3. En algún caso, dejan de ser completamente regulares sólo por una corchea.

La frase inicial, que es el primer tema (c. 1 a primera mitad del 8), está formada por dos semifrases muy diferentes, pero de igual extensión. La  semifrase del comienzo comienza con un enfático arpegio de la tónica Sol al que, a continuación, acompañan dos tresillos de semicorcheas[1] que tendrían varias funciones simultáneas: una de ellas, la propuesta en la llamada 1 y, además, dotan de algún ropaje la absoluta desnudez de la melodía acórdica, lo que, al mismo tiempo, opera como transición al tipo de melodía de la semifrase que viene enseguida. Armónicamente, los tresillos son una clara sugerencia de subdominante en un segmento dominado por la tónica. Por último, en una interpretación puramente mecánica, podríamos decir que se trata sólo de las bordaduras inferior y superior de dos notas del arpegio de primer grado. El insistente sol-si de la mano izquierda indica que Haydn tiene la voluntad de mantenerse en la quietud de la tónica.

La segunda semifrase se diferencia de la primera en el aspecto melódico (predominan los grados conjuntos) y en el armónico (aparecen acordes de las tres funciones). Me referiré más adelante a cuestiones rítmicas. Además, finaliza en Re mayor, tonalidad en que se encontrará lo que sigue, el segundo tema.

Este segundo tema muestra en sus dos primeros segmentos de frase (cc. 8 a 11 y 11 a 14) los mismos elementos melódicos que el primero: desplazamiento por arpegio (ahora en mano izquierda, con una nota repetida que forma parte del arpegio, en la derecha) seguido de movimiento por escala. El segmento con que termina la primera parte, de carácter cadencial, tiene un ritmo armónico más rápido que una buena porción de lo que hemos escuchado; oímos ahora un acorde por pulso.[2] Es un germen del tema conclusivo del final de la primera parte en la sonata clásica madura.

Estamos, entonces, ante los dos temas de la exposición de la forma sonata, el primero en la tónica y el segundo en la dominante. El comienzo de los dos temas también contrasta. En el inicial encontramos un largo arpegio quebrado y descendente de tónica, con una total coincidencia entre ritmo y métrica; en el otro, en cambio, lo que más se escucha es una nota repetida y sincopada en el registro agudo (el arpegio de mano izquierda, ahora ascendente, se oye poco, escondido debajo del insistente la agudo de la derecha).

Como ya se señaló, las estructuras de frase difieren: el primer tema está construido en unidades de cuatro compases, mientras que en el segundo predomina el tres.

Habría que agregar, como elemento de diferenciación, las interrupciones de la melodía de la primera semifrase, enfrentadas a la ‘cascada’ de los cc. 10-11 y 13, una vez superada la retención (que genera impulso) de las semicorcheas sincopadas.

También merecen mencionarse las características  del ritmo armónico. Los dos temas se inician con arpegios que duran varios compases, después de los cuales la armonía se ‘libera’, adquiriendo mayor agilidad. Estos comienzos producen una acumulación de energía que se ‘suelta’ en la parte final de ambos temas.

Es interesante lo que ocurre en el ritmo de esta primera parte.

Empieza con un arpegio de Sol. Cada una de las notas de este arpegio se apoya en los comienzos de los pulsos con figuras de mayor duración. Pero inmediatamente comienzan a producirse ‘extraños’ acontecimientos rítmico-métricos. La mano izquierda, sin renunciar a la solidez de la tónica, traslada su punto de apoyo al segundo pulso. Y la derecha confirma el Sol mayor ahora en la segunda corchea del primer pulso. Es decir, que en los primeros cuatro compases hay tres puntos rítmico-métricos de apoyo que compiten entre sí.

La segunda semifrase es más ‘normal’, aunque presenta todavía alguna ‘anormalidad’.

El segundo tema es rítmicamente aún más ‘radical’. Empieza con  una síncopa de semicorcheas en la que, en la mano derecha, no hay ningún sustento métrico (cc. 8 y 9). Esta ‘audacia’ está compensada por el ‘juicioso’ arpegio de mano izquierda. Lo que ocurre es que la diferencia de registro entre ambas manos hace que el arpegio pase más bien inadvertido. Y la quasi escala descendente que le sigue se apoya rítmica y armónicamente en segunda y cuarta corcheas del compás, puntos métricamente débiles. Vuelve después a aparecer la síncopa de semicorcheas y a continuación la métrica se normaliza con vistas a la cadencia final de la primera parte.  En síntesis, después de compás y medio de absoluta concordancia entre ritmo y métrica, Haydn nos hace oír algunos hechos rítmicos que le otorgan, en ese aspecto, un indudable atractivo a esta primera parte.

El comienzo de la segunda (el desarrollo en la  forma sonata) prolonga la dominante y usa técnicas de transformación temática que serán habituales en esa forma que se está construyendo, técnicas tales como fragmentación, deformación y, también, secuencias ‘modulantes’.

El saltillo con que empieza la pieza aparece varias veces, en todos los casos con un intervalo distinto al que se escuchó en el comienzo, pero siempre como anacrusa.
 

La síncopa de semicorcheas está reducida en su extension y es un arpegio quebrado y no una nota repetida como en la primera parte.

 
Encontramos el tresillo de semicorcheas de dos maneras distintas:

- Solo y repetido, en los compases 18 y 19, tresillo que resuelve en una corchea después de haberse escuchado varias veces;


- Resuelto inmediatamente, pero en una diferente ubicación métrica: en la primera parte

lo encontrábamos con la resolución en parte débil del pulso; ahora en la parte fuerte.

 
- Hay una secuencia de dos eslabones a partir de la anacrusa al c. 20, que es la inversión (inexacta) de la escala descendente de los últimos compases de la primera parte.

 
 
El segundo eslabón toniza la subdominante y, a continuación, Haydn toniza también la dominante para llegar a la recapitulación, que se encuentra de nuevo en la tónica.

Los cc. 25 y 26 son casi iguales a 6 y 7 (y 33 y 34). La diferencia está en que en el primer caso no es una simple tonización. Establece ahí la tonalidad de la dominante, mientras que en el segundo se trata del regreso al Sol mayor. Tenemos, entonces, en ese lugar, una gran cadencia auténtica IV – V – I. En cuanto al tercer caso es asimismo una tonización, porque ahora debe quedarse en el primer grado. Resulta interesante observar que tanto la llegada al Re  mayor como el definitivo regreso a la tónica Sol se hace con las mismas notas.

La recapitulación, con el segundo tema ahora también en Sol  mayor, repite los últimos compases, recurso primario que compensa la (poca) energía adicional que han generado la primera parte y el comienzo de la segunda.

Aunque a lo largo de todo el movimiento aparecen nuevos elementos de lo que será la sonata clásica,  estamos sólo a las puertas de una nueva estructura formal. Todavía está muy presente la forma binaria.

Tal como se dijo en el análisis del mes pasado, en este momento histórico se está empezando a producir un importante cambio en la organización de la sociedad y también al interior de la música. Del mismo modo, comienza a modificarse la relación entre  los músicos y quienes los contratan.

El ascenso de la burguesía, próximo sustituto de la nobleza como clase dominante, provoca importantes cambios. Aparece, por ejemplo, el concierto público y, entonces, se puede escuchar música si se tiene dinero para pagar la entrada. Ya no es imprescindible poseer un título nobiliario o ser invitado a una residencia aristocrática para poder oírla. Y esto ocurre antes en aquellos países donde la clase emergente es más poderosa. Es el caso de Inglaterra.

No se había consolidado todavía, por lo menos en este arte, el concepto de artista. La mayoría de las obras eran ocasionales y muchas de ellas se escuchaban sólo una vez. No es de extrañar, entonces, que la mayoría de los compositores aceptaran su condición de simples artesanos.[3]  En esa época, en la región germánica, había entre cuatrocientos y quinientos compositores que escribían aceptablemente lo que le solicitaran. Y ese número deja de ser impresionantemente grande cuando consideramos que Alemania estaba dividida en cientos de Estados pequeños, cada uno de ellos con una corte en la que había músicos contratados.

Salvo la que se tocaba en las iglesias y poco más, la música que se escuchaba era la que se componía en ese momento. En la segunda mitad del siglo XVIII, la de Bach o Haendel se consideraba antigua, pese a que había sido escrita apenas unas pocas décadas antes, y era conocida (parcialmente) sólo por los músicos; el público no tenía oportunidad de escucharla.

Y Haydn está justo en la frontera entre dos formas de concebir este arte. Para hacerse una idea de los cambios que se producen en el estilo, puede ser suficiente escuchar algunas de sus primeras sonatas para piano y su oratorio “La creación”, escrito en las postrimerías del siglo XVIII.



[1] Me llama la atención la abundante presencia de estos tresillos en la gran mayoría de las sonatas tempranas de Haydn, que revelan su intención, a mi juicio muy evidente en este caso,  de romper (tímidamente) la división binaria normal.
 
[2] Es absolutamente habitual que exista un cambio de ritmo armónico en el momento de las cadencias.
 
[3] Incluso Bach se consideraba un artesano al servicio de Dios.