martes, 29 de octubre de 2013

ANÁLISIS DEL No. 13 DEL CICLO DE LIEDER “AMORES DE POETA” DE ROBERT SCHUMANN

(Nuevamente incluyo información general sobre el lied antes de iniciar el análisis del No. 13 de “Amores de poeta” y, previamente a éste, algunos párrafos relacionados con Schumann.)


El lied es un género vocal breve perteneciente a la tradición de la música germánica. Surge realmente en el siglo XVIII (Haydn y Mozart escriben lieder, pero sin demostrar mucho interés en ellos; a Beethoven ya parecen atraerle un poco más), pero su gran desarrollo es en el siglo XIX romántico. Schubert (1797-1828), que está ‘a caballo’ entre el clasicismo y el romanticismo, es quien lo transforma en un género unánimemente respetado. Es más, inventa el ciclo de lieder: una serie de piezas cuyo texto tiene un tema, incluso un argumento común.

Se trata de una canción para una sola voz, casi siempre con acompañamiento de piano, que los alemanes llaman kunstlied (lied artístico) para diferenciarlo del volkslied (lied popular), al que mucho le debe. Posteriormente, Mahler introdujo el lied sinfónico y, aunque el compositor no lo llama así,  podría decirse que Pierrot Lunaire, de Schoenberg, compuesto todavía más adelante, pero hace ya 100 años, son lieder de cámara.

Su estilo vocal está muy alejado del virtuosismo. En ese sentido, es posible considerarlo una respuesta al bel canto italiano, en el que se tiende a privilegiar al ejecutante por encima de la música. También en relación con esta característica, el lied puede asociarse con ‘la música doméstica’, es decir, con aquella que, en sus casas, como simples aficionados, practicaban los burgueses quienes, cada vez más, obtenían el derecho a disfrutar de los mismos placeres culturales a los que antes sólo tenía acceso la aristocracia.

Como una prueba más de que el ser humano se aferra a los conceptos aunque éstos ya no se adecuen a la realidad (o, incluso, aunque nunca se hayan adecuado), todavía hay quienes se refieren al ABA como la forma lied, aunque muchísimos de ellos tengan otra estructura. Produce una inútil confusión.

El gran heredero de Schubert en la composición de lieder (pero de ninguna manera el único) fue Robert Schumann (1810-1856). Su producción en este campo es, a mi juicio y por lejos, lo mejor de su obra.

No existe una relación mecánica entre los acontecimientos biográficos y el carácter de las composiciones (por ejemplo, simplificando: vida armoniosa, música alegre; períodos trágicos, obras ídem) pero, en 1840, un año en el que Schumann tenía motivos para estar feliz, su productividad aumentó, no sólo en cantidad, sino también en calidad. Fue en ese momento, después de un prolongado y  novelesco pleito, que ¡los tribunales de justicia! determinaron que se podía casar con Clara Wiek, a pesar de la tenaz y prolongada oposición del padre de ésta.

En una carta a Clara, de esa época, Robert dice: éste será “mi año de canciones”. Y, en efecto, escribió más de cien, entre ellas, “Amores de poeta”. No obstante poderse vincular el tema elegido con su inminente y tan largamente deseado matrimonio, el ciclo fue dedicado a la soprano Wilhelmine Schröeder-Devrient.[1] Hoy, la obra es interpretada sobre todo por barítonos, pero fue pensada originalmente para voces agudas (sopranos o tenores).

El texto pertenece al famoso poeta Heinrich Heine (1797-1856)[2] :

He llorado en sueños.
Soñé que yacías en la tumba.
Desperté y las lágrimas
Corrían aún por mis mejillas.

He llorado en sueños.
Soñé que me dejabas.
Desperté y lloré larga,
Amargamente.

He llorado en sueños.
Soñé que aún eras buena conmigo.
Desperté y todavía fluye torrencialmente
El diluvio de mis lágrimas.


El romanticismo se lleva mal con el presente y con la realidad ‘normal’. Por eso busca escaparse de ellos de diversas maneras. La fuga más característica es hacia el pasado, pero también, entre otros, se refugia en el inconsciente, lo fantástico, lo secreto, la locura y también el sueño.[3] La acción de este poema, por lo menos su parte más importante, se desarrolla mientras duerme. Llora en sueños y lo sigue haciendo cuando despierta, pero es en lo onírico que ocurren los acontecimientos decisivos.

En las tres estrofas, el primer verso nos dice lo mismo y con las mismas palabras: ‘he llorado en sueños’. En tanto que los dos últimos, también en cada estrofa, tienen el mismo contenido: sigue llorando al despertar. Dentro de ese marco de lágrimas le queda sólo una línea por cuarteta para informarnos qué ha soñado, por qué el llanto. Se trata, entonces, de un poema particularmente económico, por decirlo de alguna manera. Y, sin embargo, tiene una considerable carga de significados múltiples.

El comienzo es lo más ‘radical’: llora porque soñó que la otra persona yace en la tumba. Pero en la segunda estrofa reduce (o no) el impacto: el llanto se debe ahora al abandono. ¿Cuál es el motivo?, ¿la muerte o un abandono voluntario? Y en la tercera parece elegir (¿realmente?) el camino trazado en la segunda: llora porque aún había bondad. Entonces nos preguntamos: ¿cuándo?, ¿antes del abandono?, ¿después de éste?, ¿antes de morir?  Aparentemente, los tiempos verbales del texto alemán no ayudan demasiado, en este caso, a contestar esas preguntas.





En el siguiente enlace se encuentra una grabación de esta obra, a partir del minuto 2'20".



La forma es A A B coda, siendo que B inicia con el mismo material que A y que la coda también nos regresa al comienzo.



Las anacrusas y los silencios hacen imprecisa la división. Y el fraccionamiento de la parte A puede dar lugar a distintas interpretaciones. B, aunque propongo ciertas separaciones, es, a mi juicio,  prácticamente indivisible desde el punto de vista musical. Llama la atención la irregularidad: aquí han sido desterrados el 4 y el 8 en cuanto al número de compases.

Dijimos que, en este poema, los acontecimientos más relevantes ocurren en el mundo ilusorio del sueño. Y la música de Schumann nos introduce con eficacia en ese ambiente.

Las otras 15 canciones del ciclo comienzan con una introducción del piano o con la voz y el instrumento iniciando simultáneamente, como es habitual. Esta, no. Empieza con la voz sola[4] y durante los dos primeros tercios de la  pieza, nunca escuchamos a ambos sonar al mismo tiempo. El efecto es muy extraño. Se trata de una muy certera metáfora musical de la irrealidad en que nos sumerge el texto. Pero, como se verá, no es el único recurso a que echa mano el compositor para sacarnos de la ‘normalidad’.

Lo que se canta es más un recitativo que una melodía. Y un recitativo en el que las notas repetidas tienen un principalísimo protagonismo, que ‘contagia’ al acompañamiento.

En el primer fragmento melódico, seis de sus siete notas son sib. Y la que no lo es (dob) está a solo un semitono de distancia de las otras. Decíamos antes que el texto es económico, pues también la música lo es porque, aunque no siempre de un modo tan extremo (pero en algún momento aún más), el principio de la economía en el uso de los sonidos se mantiene hasta el final.

Los semitonos, tanto  diatónicos como  cromáticos, constituyen un elemento central en el lied. Antes de que el piano lo confirme en los c. 3 y 4 no podemos estar seguros, pero nos encontramos otra vez, como en piezas analizadas anteriormente, con ese semitono ‘famoso’, el que se encuentra entre 5º y 6º grado del modo menor, al que muchos compositores son aficionados en virtud de su alto poder expresivo.

El piano tiene, desde se primera intervención, funciones armónicas y también melódicas. Por ahora me referiré sólo a estas últimas.

En esos compases encontramos una melodía interna, que incluso sin la contribución de la armonía, ya nos ubica en la tonalidad principal de la pieza, mib menor.


Esta melodía está construida sólo con la nota que ahora sabemos es la tónica, bordeada por las inmediatas superior e inferior.

El segundo fragmento del canto reproduce, casi en su totalidad, el diseño de la melodía interna anterior del piano. El diseño, sí, pero con otras notas: el fa se transforma en fab y el re en reb. Nuevamente el semitono, ahora por partida doble. Como consecuencia, nos vamos de la tonalidad de mib menor (a los aspectos armónico y tonal aludiré más adelante).

Al repetir la parte más significativa de ese canto, la nueva melodía interior del piano (c. 6 y 7) confirma lo que acaba de hacernos oír la voz.


Y entonces comienza otra cosa, con mayor dramatismo: la línea melódica se hace ascendente y cromática (solb-sol-lab), construida con fragmentos aún más breves que antes. El piano se limita, con un solo acorde (c. 8 y 9), a confirmar lo que nos informa aquélla. Todo es ahora ansioso.

Para finalizar la parte (c. 10 y 11), la voz regresa al ambiente inicial, oscuro pero calmo.

Dije antes que las notas repetidas del canto ‘contagian’ al piano. Como consecuencia, encontramos algunas duplicaciones que no son las recomendadas por los tratados de armonía: en los c. 6 y 7, por ejemplo, tenemos dos acordes de Dob (tonizado)  en posición fundamental con la 5ª duplicada. Y esa 5ª es, justamente, la nota de la melodía más  escuchada en ese momento. Este procedimiento de insistir en lo repetido continúa hasta el c. 9 inclusive, aunque, en este último, Schumann se reconcilia con la armonía académica.

También el bajo participa en la repetición de notas. Desde el c. 6 hasta el 11, (con una única excepción), las notas más graves del piano son dob y sib, las que constituyen el semitono inicial del canto. Sobre todo oímos insistentemente la primera de ellas, una especie de pedal al que volveremos casi enseguida.

Lo anterior está subrayado por la armonía: el dob no es sólo una nota, sino la tónica de una tonización (tiene también otro significado, que veremos más adelante), y el acorde de Sib, dominante de mib, finaliza la parte. 

La armonía de los c. 3 y 4 explica lo que ya era previsible en la primera intervención del canto: estamos en mib menor. La siguiente participación del piano (c. 6 y 7) se limita a confirmar lo que ya nos dijo la melodía inmediatamente anterior: nos hallamos ahora en Dob mayor, relativa de la subdominante de la tonalidad principal.

Lo que sigue en el acompañamiento intensifica el ascenso cromático de la melodía, el ya mencionado solb-sol-lab. Y, al hacerlo, se producen, en el c. 8, dos acontecimientos interesantes, relacionados con la armonía: el primero, la utilización del acorde aumentado de tercer grado, con una función dominante y, el segundo, la duplicación del sol, en ese momento sensible de lab, subdominante muy transitoriamente tonizada de mib menor.

Y aquí es que nos vuelve a interesar el pedal, porque ambos acontecimientos, sin dejar de ser lo que son, se pueden explicar como un simple movimiento melódico (reforzado por su duplicación a la 8ª) sobre el doble pedal dob-mib:


Pero, como se verá después, al analizar B, Schumann no echa en saco roto la sonoridad aumentada.

La primera parte finaliza (c. 11), ya se dijo, con una semicadencia en la tonalidad de mib menor.

 El autor emplea varios recursos, algunos muy sutiles, para introducirnos en el ambiente irreal: la persistente separación de canto y piano; la irregularidad en el número de compases, siempre alejado de los casi sacros 4 y 8; la insistencia en las notas repetidas (la cual será, como se dijo, todavía mayor en algún momento), insistencia que produce una sensación de inmovilidad que nos distancia de lo ‘verdadero’ y que nos acerca a la impotencia que a veces sentimos cuando estamos inmersos en una pesadilla…  

Se puede considerar la existencia de un clímax local (no melódico) desde la segunda mitad del c. 7 hasta el 9 inclusive. Como se señaló, hay un aumento del dramatismo, provocado por el cromatismo melódico y el acortamiento de las subfrases (o lo que sean). Tenemos que agregar un importante factor rítmico-métrico: en casi todo el lied nos encontramos con la coincidencia de ritmo y métrica. Lo más frecuente en él es que el primer pulso de compás cumpla con su función tradicional. Sin embargo, hay algunos casos, ligados a los momentos climáticos, en que se rompe ese calmo fluir. En la primera parte A, la subfrase de los c. 8 y 9 está enmarcada por dos acordes aislados del piano, ubicados en el segundo pulso del compás, a los que Schumann ha colocado un acento escrito. Esta ruptura de la regularidad métrica, junto a los elementos antes señalados, contribuye sustancialmente al incremento de la ansiedad en este pasaje.


La segunda parte A es prácticamente igual a la primera. La única diferencia es que no aparecen los acentos escritos a los que acabo de referirme. Esta ausencia puede estar relacionada con la intención de hacer todavía más evidente el dramatismo de la parte final de la canción, sin duda el fragmento en el que éste es más intenso.

B comienza con el material inicial, pero ahora en el piano. Y se  produce una relevante novedad, en un aspecto que todavía no he mencionado:

En una pieza que tiene un material reiterativo aparecen, desde el principio, contrastadas las articulaciones. Durante los primeros 22 compases, las dos A, el canto es siempre legato, mientras que el piano, por el contrario, permanentemente staccato.

En B se produce un cambio: todo es ahora ligado y lo seguirá siendo hasta la coda, en la que se oye sólo el piano, nuevamente staccato, como al comienzo. A mi juicio, la articulación de B resulta la adecuada para el carácter del fragmento. Es, digamos, una articulación ‘seria’.

Aquí, Schumann repite la melodía inicial. La primera vez a cargo del piano y la segunda, de la voz. Es en ese momento que canto y piano, por primera vez (¡y sólo durante 8 compases!), suenan al mismo tiempo.

La repetición de la melodía inicial bien puede estar motivada por el pequeño drama que sucede a continuación. Esta línea melódica –se dijo- está formada por un persistente sib y un único dob que intenta, sin éxito, liberarse del poder gravitacional del primero, la dominante de la tonalidad. Después de que el autor insiste en mostrarnos el frustrado intento de escape, el do se ‘desbemoliza’, se convierte en otro sonido. Al destruir el semitono (intervalo de máxima atracción melódica), el do se libera del sib, pero perder la identidad no lo hace libre: el autor le coloca debajo un acorde de Lab 7ª, dominante de Reb, y nuestra pobre nota cae sin remedio en el campo gravitacional de la nueva (y muy transitoria) tónica.


Entramos entonces en un largo pedal de reb, muy notorio en la voz, pero presente también en las dos manos del acompañamiento. Se produce aquí el clímax de la pieza: la melodía alcanza su nota más alta (fab en la 5ª línea); tenemos también un movimiento cromático ascendente (dos compases de indefinición tonal, pese al pedal reb), ahora a dos voces; dos voces que forman un intervalo de 5ª aumentada o de su enarmónico 6ª menor; ruptura de la regularidad métrica, primero en el c. 30 del canto y después en el 33 del piano (con el sf en el segundo pulso del compás y el acorde ligado por sobre la línea divisoria). Se trata de muchos de los elementos que empleó en el clímax local de la parte A, que ya analizamos, y que ahora aparecen ampliados.



El texto de este lied  tiene un carácter trágico que la música subraya de distintas maneras. Una de ellas es el plan tonal, las tonalidades a las que modula o a las que se acerca por simple tonización. A este plan todavía no me he referido.

A:       mib menor – Dob mayor – lab menor – mib menor 
A:       mib menor – Dob mayor – lab menor – mib menor 
B:       mib menor – Reb mayor – (Solb mayor) – lab menor
Coda: mib menor

En A va del área de tónica a la de subdominante y regresa a la primera.[5]
En B visita apenas el área de dominante, tal vez pasa por la de tónica (en su relativa mayor) y toniza la de subdominante.

En la coda regresa a la de tónica.

Hay, entonces, un predominio absoluto del área de subdominante, la más oscura de las tres y, por  tanto, la más acorde con la índole de la canción.

Cuando entra en el área de dominante, la más luminosa, evita hacerlo a la tonalidad de sib, a distancia de 5ª de la tónica, sin duda, el intervalo más alejado del carácter de la pieza. Sin embargo, no parece casual que el tránsito por esa área corresponda al momento no trágico del texto (que aún eras buena conmigo).

La última tonización de la subdominante forma parte de la cadencia final (iv-V-i) y, también, es una de las innumerables intensificaciones del 4º grado que encontramos en las obras tonales de distintas épocas justo antes de finalizar, con el objeto de postergar el desenlace al transformar el acorde de tónica (resolutivo) en uno de dominante (tenso).

 Es interesante observar que en todas las oportunidades en que el canto finaliza en la nota mib (c. 6, 17 y 32), ésta no representa a la tónica, aunque  lo sea del conjunto de la pieza.

La coda, con sus dramáticos silencios y el recuerdo del comienzo de la pesadilla, nos conduce a un desenlace que es una dilución. Después del clímax melódico (ubicado al final de la melodía), precedido por los también climáticos ascenso cromático y pedal de reb, y seguido por la ruptura métrica del acorde sf del c. 32 (que, asimismo, pertenece al clímax), la música se disuelve irremediablemente.

Mi opinión: concuerdo con quienes dicen que Schumann es un compositor irregular. Cuando escucho sus obras sinfónicas (e incluso algunas de las que escribió para el piano) siento un profundo aburrimiento. No obstante, este lied y muchos otros, lo ubican en un lugar de privilegio entre los creadores musicales. Repito: es mi opinión.




[1] Muy conocida en su época, actualmente se la recuerda por ser la autora de un libro autobiográfico en el que relata sus variadas actividades sexuales durante los años de juventud.

[2] Nació el mismo año que Schubert y murió el mismo que Schumann.

[3] Su reacción ante el racionalismo del siglo XVIII, su valoración de los sentimientos,  ha desembocado en una grave simplificación/distorsión del concepto de romanticismo. En el lenguaje cotidiano, romántico es hoy sólo lo relacionado con el amor, con el de pareja. ¿Qué entendemos, por ejemplo, cuando escuchamos  la frase ‘canción romántica’?  

[4] Que no se preocupen los cantantes. No tienen que salir a buscar la primera nota, porque el lied anterior está en Sib mayor. 

[5] Considero tres áreas armónicas: tónica, subdominante y dominante, constituidas, cada una de ellas, básicamente, por el par de tonalidades relativas correspondientes.

jueves, 17 de octubre de 2013

ALEGRÍA

Estoy de celebración.  Mis blogs han recibido ya más de mil visitas españolas, lo cual me satisface (y sorprende) más que las dos mil quinientas de Costa Rica, en donde hace casi 40 años desarrollo mi actividad docente. Se puede aplicar para este país lo de ‘más vale malo conocido…’.

Festejo, también, las casi seiscientas en Argentina, los varios cientos en México, EE. UU., Colombia y Chile, además del centenar en Uruguay, Perú, Rusia, Ecuador… Asimismo, tengo seguidores (en menor cantidad) en varios otros países latinoamericanos y europeos.

Aparentemente, en algún momento, mis textos despertaron interés en lugares para mí tan insólitos como Australia, Arabia Saudita o Letonia. En cambio, en muchos otros países de (casi) todos los continentes, sin duda no he satisfecho las expectativas, porque sólo los han abierto una, dos o tres veces.

Les cuento que esta experiencia me ha permitido vivir en carne propia, de un modo intenso, el tan cacareado fenómeno de la globalización.

Aprovecho para pedir a los visitantes frecuentes que hagan comentarios, críticas, sugerencias (o lo que se les ocurra) con el fin de mejorar la calidad de estas entregas, que seguiré subiendo a la red mientras ‘me dé el cuero’ (y tenga colaboradores que me solucionen problemas técnicos, que soy incapaz de enfrentar porque me declaro casi absolutamente pretecnológico).