Este blog es algo así como un gemelo de musicalculebrones.blogspot.com, el que ofrece materiales sobre historia de la música. Mi intención es alternar ambos.

domingo, 23 de marzo de 2014

‘3as. ALTERNADAS’, ANÁLISIS DEL No. 129 DEL ‘MICROCOSMOS’ DE BARTÓK

(En las dos entregas anteriores hay información sobre el autor y su ‘Microcosmos’ que puede ser útil al lector.)

Esta pieza es muy diferente de las dos últimas analizadas, aunque se reconoce sin duda a Bartók en ella. Por esas razones la elegí. Las de los meses de enero y febrero estaban basadas en melodías campesinas, uno de los puntos de partida fundamentales del lenguaje del compositor. La que hoy nos ocupa, en cambio, se trata de un ejercicio acerca de un asunto técnico específico, criterio bastante frecuente en esta obra, que pone en evidencia, una vez más, el carácter pedagógico de la misma. En este mismo 5º volumen encontramos otros títulos igualmente reveladores: Staccato y Legato, Cuartas, Síncopa, Estudios en notas dobles, etc. 

Autolimitarse de tal manera a la hora de componer hace, a mi juicio, particularmente significativo el satisfactorio resultado musical en la gran mayoría de los casos.[1]

No obstante, como se verá en el transcurso del análisis, es la particular presencia de lo horizontal y lo vertical lo que le asigna mayor interés a 3as. alternadas.



La música occidental tuvo, durante muchos siglos, una concepción meramente horizontal.[2] La polifonía era, en un comienzo, sucesividades simultáneas y casi nada más. Pero, poco a poco, lo vertical comenzó a ganar terreno, la armonía (que todavía no tenía ese nombre) se hizo cada vez más importante. Cuando lo horizontal estaba a punto de ser derrotado surgió, en la primera mitad del siglo XVIII, en el tardío barroco, esa insuperada fusión de armonía y contrapunto que llevó a cabo el para mí más grande compositor de todos los tiempos, Juan Sebastián Bach. Pero el acorde prosiguió su marcha triunfal. Los grandes compositores, claro, siguieron valorando en su debida dimensión la relación horizontal entre los sonidos, pero muchos otros y, sobre todo la (mala) enseñanza, le asignó a la armonía un papel exageradísimamente rector en la composición, papel que, en ciertos ámbitos, continúa teniendo hoy.

La crisis de la tonalidad funcional provocó, desde comienzos del siglo XX, la búsqueda de diversos caminos sustitutivos. Y Bartók transitó por uno (o más de uno) de ellos. Reapareció, muchas veces, el rol fundamental de los sonidos en sucesión.

(Lo horizontal tiene varios significados. Puede haber una armonía por grados conjuntos, en donde la 5ª, el intervalo predominante en la armonía tonal funcional, ha perdido su supremacía; podemos encontrar acordes cuya función es sólo colorística, y tenemos también la llamada conducción de voces, integrante importantísima de la armonía[3].  En muchas ocasiones, estas versiones de la horizontalidad aparecen mezcladas y es cuestión interpretativa atribuirle una u otra función.)

Esta pequeña pieza que vamos a analizar hoy, indudablemente sin pretensiones, se instala en este asunto: se explica a veces horizontal,  a veces verticalmente y, en ocasiones, de las dos formas al mismo tiempo.

En cierta manera contribuye a ello la elección del modo. Se trata de un mi frigio. En este modo, el  acorde de 5º grado es disminuido (entonces, no tiene dominante, la cual constituye, con la tónica, la relación jerárquicamente más importante en el lenguaje tonal funcional). Otras de sus características: la sensible es descendente (fa, 2º - mi, 1º) y la estructura de su escala es la exacta inversión del modo mayor.

Por otra parte, la casi totalidad del material sonoro que el autor emplea aquí son las siete notas naturales.  Utiliza alteraciones sólo en 6 compases (únicamente en la mano izquierda).  



Toda la pieza está construida sobre unidades mínimas de 3 compases (y no de 4, como es habitual). Los  primeros 12 presentan dos frases (de 6 cada una), melódicamente muy simples e iguales entre sí, divididas en claros antecedente y consecuente.

Lo que sigue constituye una excepción al 3 monopólico: los compases 13 a 21 se dividen en 4+3+2, una pequeña anomalía del 3+3+3. (También habría que señalar, más adelante, el final del canon, inseparable de lo que continúa.  En este caso me sumo a Bartók, quien elige, con un acento escrito, la división en unidades de tres compases.) Hay otros casos, a mi juicio insignificantes, irregularidades que rompen la rigidez que si no tendría la forma. No ubiqué ninguna de ellas en el diagrama para que se resalte la simetría de la pieza. De otro modo, ésta podría desdibujarse.

El resto continúa claramente dividido en grupos de 3 c. (o de 6). Incluso, a partir del 37, para evitar cualquier tipo de dudas, el autor coloca varios acentos.

La mano derecha de los primeros 12 compases ubica claramente el modo y la tonalidad, con la presencia casi absoluta del acorde de tónica. La mano izquierda lo refuerza en los primeros 3, aunque después se va distanciando de la sonoridad de i. En los compases 10 a 12 nos sugiere un Vo. No obstante, ya se hace preponderante el movimiento por 2as. Incluso encontramos, en esa mano, una escala de más de una 8ª que unifica las dos frases y anuncia lo que vendrá.

Se puede afirmar que la sonoridad más frecuente es la de los  acordes de 7ª, aunque abundan también las triadas y las 9as. (A título de ejemplo: la primera armonía que se escucha es la 7ª de tónica y toda la coda está construida con acordes paralelos también de 7ª en posición fundamental.)

Después de los primeros 12 compases, en los que la melodía establece la tónica, mientras la mano izquierda la cuestiona y sugiere fuertemente (por lo menos en algunos compases) la relación horizontal de los sonidos, oímos una insistente triada de 5º grado, seguida de una secuencia bastante irregular por 5as. ascendentes (si, fa, do).

Esto ocurre en los cc. 13 a 21. No obstante, simultáneamente, Bartók está haciendo generoso uso del movimiento (armónico) por escala: dentro de cada eslabón de la secuencia lo utilizan las dos manos, aunque con un pequeño ‘temblor’.



En los compases siguientes (22 a 27), el desplazamiento por grados conjuntos es absoluto en mano derecha y, aunque disimulado, está asimismo presente en la otra: si invertimos el orden de las notas dentro de cada compás tenemos, también en la izquierda, una escala ascendente de una 8ª y 1/2. Además, esta mano se mueve secuencialmente por 3as., con caída de 2ª; el último eslabón de este movimiento secuencial son la sensible y la tónica frigias, igual que la mano derecha del c. 6. Este segmento constituye una clara preparación para lo que viene enseguida.



En los nueve primeros compases de la segunda parte, la mano derecha regresa, con variaciones[4], al antecedente de la melodía inicial, mientras la mano izquierda, por primera y única vez, recurre a las alteraciones. Da la impresión de que la mano izquierda, al desestabilizar a la derecha,  le impide volver al total de la melodía del comienzo.

Los # empleados (do, re, fa) son los que utiliza, en la tonalidad de mi, la llamada escala menor melódica. Tendríamos, tal vez, un fragmento bimodal (la mano derecha continúa en el modo frigio, mientras la izquierda incursiona en el menor en su forma melódica), pero monotonal (toda la pieza se mantiene en mi).

Pero se podría dar otra explicación a este segmento. Las alteraciones de mano izquierda generan un nuevo color y la presencia (más bien desdibujada) de los acordes de subdominante y dominante en su forma mayor-menor (la-do-do#-mi y si-re-re#-fa#, respectivamente, que son, en definitiva, todas notas empleadas en la escala menor melódica, unas al subir y otras al bajar).

De lo que no hay duda es que el cromatismo produce un aumento notable de la tensión.

En el compás 36, el último del fragmento sincopado, se escucha (ahora sí sin desdibujamiento de ningún tipo) un acorde con función dominante, un re# (disminuido con 9ª y anunciado por la mano izquierda en los dos anteriores), sensible de mi. Pero esa dominante no resuelve: comienza aquí el canon que, en su conjunto, es sólo una armonía de si (5º grado, también acorde disminuido con 9ª)  en el modo frigio.

El canon en realidad son dos. El primero, con el dux en mano derecha, es a la 8ª; el segundo, con el dux en la izquierda, a la 10ª (otra vez la 3ª).

El conjunto del canon (cc. 37 a 50) permanece estático en un acorde de 5º grado, acorde de 7ª al que llega en el c. 42 y de 9ª en el 44.

En este segmento ocurren algunas otras cosas señalables. Desaparece la alternación de manos uno a uno (un poco preparada por la izquierda en los cc. 30 y 32): desde este momento ambas tocan simultáneamente (y la alternación adquiere un nuevo significado). También comienza el canon, primer procedimiento contrapuntístico tradicional que Bartók utiliza en esta pieza, y reaparece el uso sistemático de las notas repetidas, que habíamos escuchado sobre todo en la segunda sección de la primera parte (si bien ya estaban presentes desde los primeros compases). Además, prácticamente no hay más saltos: desde aquí hasta el final reina el grado conjunto, lo horizontal emblemático.

Los compases inmediatamente posteriores al canon quedan estancados en una armonía de 5º grado en los que el autor recurre al  espejo, otro procedimiento contrapuntístico, que nos trae a la memoria Danza campesina, la pieza analizada el mes pasado.

Viene ahora el último gesto, absolutamente no armónico, que conduce al final. Se trata de una extensa escala ascendente, simple continuación de lo que ha hecho la mano derecha; la izquierda invierte su dirección, y lo que era movimiento contrario se hace paralelo. Así sube y sube, con un diminuendo que nos hace pensar que quiere desaparecer en las alturas, pero cuando la voz superior llega al 7º grado sobreagudo, cae a una solitaria tónica ¡seis 8as. más abajo!: un final claramente humorístico.

Si bien en la inmensa mayoría de los compases suenan las cuatro corcheas del 2/4, y sólo ellas, el autor las dispone de modo que se genera contraste. En cada una de las dos partes encontramos la oposición entre síncopa y métrica ‘normal’. (El propio Bartók lo destaca al poner silencios de corchea en los fragmentos que suenan sincopados.)

Buena parte de la melodía está presentada en los lugares débiles de la métrica, es decir, sincopadamente. Al hecho de que siempre tendemos a escuchar los sonidos de una melodía como una unidad aparte, independiente del acompañamiento, se suma la considerable distancia de tesitura que existe entre ambos en casi todos los primeros 12 compases, lo cual facilita la percepción separada de los dos.

A partir del c. 13 las cosas cambian. La distancia entre las dos manos se hace muy pequeña, durante varios compases predominan las repeticiones y no se escucha una melodía. Aunque las manos siguen alternando terceras, la síncopa desaparece.

En la segunda parte ocurre lo mismo que en la primera. Se inicia con un fragmento sincopado, reducido a 9 compases, a los que siguen un canon, después una especie de transición y, para terminar, una insólita coda en donde, como se señaló, ya no hay alternación una a una, y no existe síncopa.

En esa transición del canon a la coda hay una ruptura (real, sólo parcialmente escrita) de la métrica de 2/4, que se convierte en 5/8.[5] En la coda, el ritmo va suave y progresivamente deteniéndose hasta el final, como si la fuerza de gravedad le impidiera mantener la velocidad anterior.

Resumamos el juego entre horizontalidad y verticalidad:

La melodía inicial (cc. 1 a 12) está, casi toda[6], en el acorde de tónica, plantea una relación vertical de los sonidos, aunque la presencia de notas repetidas y grados conjuntos (sugiriendo lo que vendrá) resulta significativa. La mano izquierda, en ese sentido, coincide con la derecha en los primeros tres y en los tres últimos compases. Los otros seis introducen claramente lo horizontal.

En el primer segmento de la segunda sección de la primera parte (cc. 13 a 21) encontramos que los eslabones de la secuencia tienen una relación de 5ª, pero dentro de cada eslabón hay notas repetidas y grados conjuntos (casi nada más).

En los últimos compases de esta parte (22 a 27) tenemos la presencia victoriosa de la horizontalidad: total en mano derecha; disimulada, como se dijo, en la izquierda (lo que hace que suenen, dentro de cada compás, una triada y un acorde de 7ª).

La primera sección de la segunda parte (cc. 27 a 36) regresa a la verticalidad, pero la mano derecha insiste en las notas repetidas y los grados conjuntos. Y también la izquierda tiene un importante movimiento horizontal en cc. 29 a 31 y 33-34.

A continuación viene el canon (cc. 37 a 50), procedimiento contrapuntístico, horizontal, pero que, igual que lo inmediatamente posterior (cc. 50 a 54), está armónicamente anclado en el 5º grado.

La pieza termina con esa escala que se pierde allá arriba, en las nubes (a la que se agrega una humorística tónica subterránea), sin referencia armónica, vertical; lo mismo, pero en forma todavía más clara (por los acordes paralelos, puramente colorísticos) que el final de la primera parte.

En síntesis, tanto lo sucesivo como lo simultáneo operan aquí permanentemente como motores de la pieza, otro ejemplo de la vocación fusionadora de Bartók.



[1] Debussy tiene una pieza con el mismo título que ésta en su segundo libro de preludios.

[2]  Los términos horizontal y vertical provienen de la escritura musical y no de la música misma.

[3] No debemos olvidar que armonía y contrapunto, lo vertical y lo horizontal, no son opuestos sino complementarios.

[4] Melódicamente, las modificaciones derivan de lo ocurrido en cc. 15-16, 18-19, etc.

[5] Recuerda las hemiolas de Danza campesina.

[6] ¿Qué significa el fa-la del tercer compás? ¿Una armonía de 2º grado (relación por grados conjuntos), una de 5º o, incluso, apenas una bordadura del acorde de tónica?